El catalán, como el francés, el italiano y las demás lenguas románicas, deriva directamente del latín vulgar.  El documento escrito en catalán más antiguo que se conserva es la traducción de principios del siglo XII del Forum Iudicum, el código de leyes visigóticas vigente en aquellos tiempos. La obra literaria más antigua son las Homilies d’Organyà, sermones encontrados en la parroquia de dicha localidad y fechados a finales del siglo XII. 

Actualmente el catalán se habla en un vasto territorio con más de 11 millones de habitantes que va  de Fraga (Aragón) a Maó (Menorca) y de Salses (Catalunya Nord, en el estado Francés) a Guardamar (sur del País Valencià). A este territorio cabe añadir la ciudad de L’Alguer en la Cerdeña italiana. 

El catalán, como toda lengua antigua, tiene múltiples dialectos y, dentro de ellos, cada zona tiene sus peculiaridades. Básicamente tenemos el catalán central (Girona, Barcelona, Catalunya Central y Camp de Tarragona), catalán nord-occidental (Lleida y Terres de l’Ebre), catalán septentrional (Catalunya Nord), catalán meridional (también llamado valenciano), mallorquí (Mallorca), menorquí (Menorca), eivissenc (Eivissa), benasquès y ribagorçà (Franja de Ponent) y alguerès (L’Alguer), entre otros.


Cuando en 1659, en virtud de la Paz de los Pirineos, Felipe III (IV de Castilla) entregó a Francia las comarcas catalanas del Rosselló, el Conflent, el Vallespir, el Capcir y la mitad de la Cerdanya, el centralista estado francés inició una brutal represión de la lengua catalana en un intento homogeneizador de substitución de la lengua propia de ese territorio, el catalán, por la lengua francesa. Hoy, tres siglos y medio más tarde, la lengua catalana resiste y está iniciando una lenta recuperación gracias al interés de las generaciones jóvenes por reivindicar su identidad y a la actuación de las escuelas La Bressola.


L’Alguer, ciudad situada al nordeste de la isla italiana de Cerdeña, fue conquistada por el rey catalán Pere III en 1354. La monarquía catalana le concedió significativos beneficios debido a su importancia estratégica. La ciudad estuvo vinculada a Catalunya durante 4 siglos hasta que en 1718, después de la derrota catalano-aragonesa frente a las tropas franco-castellanas, pasó a manos italianas. A pesar de ello, y sorprendentemente, la lengua catalana se ha mantenido viva y actualmente es hablada por el 60% de sus 30000 habitantes que se denominan a sí mismos catalanes en oposición a los sardos (30%), dálmatas (6%) y emilianos (4%)


La Franja de Ponent está compuesta por 4 comarcas (la Baixa Ribagorça, la Llitera, el Baix Cinca i el Matarranya) que en 1822 el gobierno español segregó de Catalunya para incorporarlas a Aragón. A pesar de pertenecer políticamente a Aragón, el 90% de su población habla habitualmente el catalán y siempre han mostrado una actitud combativa para no perder ese patrimonio cultural. Gracias a esa actitud, consiguieron que en 1999 el gobierno aragonés declarara el catalán lengua cooficial en esas comarcas.


En el País Valencià la situación es mucho más compleja. A medida que fue conquistado por Jaume I, fue repoblado por catalanes y aragoneses. Los primeros ocuparon las comarcas litorales y los segundos las comarcas interiores. Con el paso del tiempo, los aragoneses cedieron a las imposiciones castellanas y substituyeron su aragonés original por el castellano. Sin embargo, los catalanes mantuvieron su lengua a la que, con el tiempo, llamaron valenciano y adquirió peculiaridades dialectales propias. El hecho que al catalán del País Valencià le llamen valenciano, o al de Mallorca mallorquín, o al de Menorca menorquín para precisar cual es su variante de la lengua común, no implica, en absoluto, que se trate de lenguas distintas. Así se han encargado de repetirlo una y mil veces los ámbitos científicos, filológicos y universitarios, tanto de nuestro entorno como de otras naciones. Además, hay varias sentencias judiciales firmes que avalan esta verdad.

La relación entre Valencianos, Catalanes y Baleares siempre ha sido muy cordial, no en vano las tres regiones formaron parte de la misma nación hasta principios del siglo XVIII cuando fueron derrotadas por las tropas franco-castellanas de Felipe IV (V de Castilla). Desde entonces, el poder central español ha intentado crear mecanismos de enfrentamiento entre las tres regiones para evitar tener que encarar una posible reivindicación conjunta. A pesar de ello, las relaciones entre Catalunya y las Baleares siempre han sido fluidas y cordiales y nunca ha peligrado el sentimiento de hermandad. En Valencia, sin embargo, desde mediados del siglo XX empezó a cobrar fuerza, impulsada desde el poder central del estado español, una corriente anticatalana basada en argumentos demagógicos como un supuesto imperialismo catalán, la identificación del valenciano como una lengua distinta al catalán, etc.

Actualmente, los valencianos que tienen el catalán (o valenciano) como lengua habitual de relación, como su primera lengua, defienden que catalán y valenciano son la misma lengua, cada una con sus peculiaridades. Sin embargo, las personas que son castellanohablantes (aunque en algunos casos sean capaces de hablar valenciano) son los más furibundos defensores de la negación que catalán y valenciano sean la misma lengua. 

No hace falta ser muy inteligente para entender que si en lugar de una lengua fuerte de 8 millones de parlantes, tenemos 4 lenguas débiles de poco más de 2 millones de hablantes cada una, su futuro y viabilidad son mucho más oscuros. El objetivo  del poder central español y de sus acólitos periféricos siempre ha sido la uniformidad de todos los habitantes del estado español, y para ello es condición indispensable la desaparición de todos los rasgos de identidad nacional de las naciones sometidas, el principal de los cuales es la lengua. 

Que los castellanoparlantes del País Valencià se erijan en defensores a ultranza del valenciano (entendido como idioma distinto al catalán), una lengua que nunca usan, frente a unos supuestos agresores, los catalanes, cuyo pecado ha sido defender siempre la lengua común, con todas sus variantes, frente a los múltiples y constantes ataques llegados desde el poder central, sería realmente cómico si no fuera por qué esos elementos ostentan el poder político en el País Valencià y el daño que están inflingiendo al catalán o valenciano puede ser irreversible.


En Baleares la situación es distinta. Sus habitantes conocen bien su historia y son bien conscientes que la lengua que hablan es el catalán. Así lo recoge su estatuto de autonomía en el cual las autoridades postfranquistas del momento intentaron hacer la misma jugada que en Valencia – en cuyo estatuto se dice que la lengua propia es el valenciano- redactando que la lengua propia de Baleares era el mallorquín. Era ese otro disparate filológico ya que, como hemos dicho, Mallorca, Menorca e Ibiza tienen sus propias y distintas variedades de la lengua catalana y dentro de cada una de ellas hay otras variantes como el polleric de Pollença o el solleric de Sòller. Por suerte, la mayoría de los diputados electos del parlamento balear fueron contrarios a estas maniobras e impusieron en el redactado de su estatuto que la lengua propia de las Baleares es el catalán.


En la Vall d’Aran también se habla la lengua aranesa, que es una modalidad de la  lengua occitana. En esta comarca catalana es lengua oficial junto al catalán y al castellano.



Historia de la lengua catalana

Como hemos dicho, la primera manifestación escrita conocida en catalán son las Homilíes d’Organya que datan del siglo XII, pero es evidente que el origen de la lengua es mucho más antiguo. Ya el latín que se hablaba en la Tarraconense era distinto del que se hablaba en otras regiones de la Hispania romana, pero además el léxico adquirido de las lenguas germánicas y arábigas es distinto al incorporado por el francés o el castellano. El catalán desplaza al latín en los trámites jurídicos o de comunicación administrativa ya a partir del siglo XIII y se convierte en el idioma de uso habitual de la cancillería, los tribunales, los municipios y las notarías. Ni qué decir tiene que tanto los condes de Barcelona, como los posteriores reyes de la corona Catalanoaragonesa son catalanes y catalanoparlantes, a pesar que por respeto a sus súbditos aragoneses también conocían el aragonés que, posteriormente, desapareció de aquellas tierras en beneficio del castellano.

La expansión geográfica del catalán fue ligada a la política de conquistas de los reyes de Catalunya – Aragón. Las Islas Baleares fueron repobladas íntegramente por catalanes mientras que al País Valencià llegaron catalanes a la costa y aragoneses al interior. Incluso el reino de Murcia, que fue conquistado dos veces por Jaume I y cedido las dos al rey de Castilla, fue parcialmente repoblado por catalanes y aún hoy en la comarca de El Carxe conservan su lengua catalana los descendientes de aquellos primeros colonos.

El catalán se extendió por el Mediterráneo llegando a Italia, Grecia y Turquía, aunque sólo como lengua oficial usada por la administración, y nunca fue impuesta a la población que mantuvo sus lenguas propias. La única excepción es el caso ya comentado de la ciudad sarda de L’Alguer. 

La unión dinástica, que no política, de las coronas catalana y castellana a finales del siglo XV con el matrimonio entre Isabel y Ferran inicia un período de fuerte presión de la lengua castellana sobre la catalana. Los distintos reyes de la casa de Austria primero y los Borbones después se consideraron, principalmente, reyes de Castilla y, además, de otros reinos entre los que estaba Catalunya-Aragón. El objetivo de esos monarcas y de sus colaboradores fue siempre la unificación y uniformización de toda la península ibérica. Para ello, las lenguas de las naciones sometidas eran un importante obstáculo ya que representaban un claro signo de identidad nacional frente a Castilla. Así pues, a lo largo de estos 5 siglos, la lengua catalana ha sufrido un acoso constante llegando a estar su uso prohibido durante largos períodos de tiempo. Recordemos en este sentido los estados represivos de Felipe V y de Franco como dos de las épocas en que la lengua catalana ha estado más perseguida. Aún hoy en día, después de 30 años de democracia y Constitución, resulta sorprendente e inadmisible que los diputados electos catalanes tengan prohibido expresarse en su lengua materna en el Congreso de Diputados o que los jueces que ejercen en Catalunya no tengan la obligación de entender la lengua que es propia de la mayoría de personas a las cuales van a juzgar  o que van a intervenir como testigos en un proceso.

En el segundo tercio del siglo XIX, se inicia en Catalunya un movimiento histórico-literario de recuperación de la identidad nacional catalana y de la restauración del catalán como lengua literaria y de cultura denominado La Renaixença (El Renacimiento). Recordemos que el catalán hacia más de un siglo que sufría una fuerte represión por parte de las autoridades españolas. El poema de B. C. Aribau La pàtria (trobes) (posteriormente rebautizado Oda a la pàtria) fechado en 1833 es considerado el punto de inicio de la Renaixença. Este movimiento se fortaleció muchísimo a partir de 1859 con la restauración del Jocs Florals y, sobretodo, a partir de 1865 con la fundación de múltiples sociedades político-literarias. A partir de 1890, sobre las bases de La Renaixença, surgen el Modernismo y el Nacionalismo catalanes.

El padre de la lengua catalana moderna es, sin ningún género de dudas, Pompeu Fabra. Nacido en Barcelona en 1868, fue catedrático de química de la Universidad de Bilbao de 1902 a 1911. Pero su gran pasión, la lengua catalana, le llevó a realizar múltiples estudios e investigaciones filológicas. Publicó diversos tratados de ortografía y gramática. En 1911 regresa a Catalunya para ejercer de profesor en la cátedra de catalán de la Diputación de Barcelona y entra a formar parte de la sección filológica del Institut d’Estudis Catalans (un equivalente a las academias de la lengua francesa o española, con diversas secciones). Bajo su dirección se publican el Diccionari Ortogràfic (1913), la Gramàtica Catalana (1918) y el Diccionari General de la Llengua Catalana (1932), que son las bases de la normativización de una lengua que, por la represión y prohibición sufridas a lo largo de más de dos siglos, había sobrevivido y evolucionado de forma anárquica.

Fabra, como la mayoría de catalanistas que se han significado durante estos tres siglos de dominio español, fue represaliado y encarcelado en 1934. Al final de la Guerra Civil se exilió a Francia donde murió en 1948. Tanto a lo largo de su vida como después de su muerte, recibió múltiples reconocimientos y galardones académicos por su brillante trayectoria científica.


A partir de 1939, con el fin de la Guerra Civil y el triunfo de las fuerzas franquistas, el catalán es nuevamente prohibido y su uso se reduce al ámbito familiar. Como es difícil imaginar hasta qué punto y extremos llegó la represión cito, a modo de ejemplo, casos reales y documentados:


- Se prohibió a los encargados de los registros civiles que inscribieran cualquier persona con un nombre que no fuera en castellano.

- El 24 de febrero de 1939, el ministro Serrano Suñer declaró: si el catalán es un factor y un vehículo de separatismo, lo combatiremos. Y en unas declaraciones al diario alemán Völkischer Beobachter añadió: el catalán no volverá a tener carácter oficial.

- El diario ABC de 19 de marzo de 1939 argumentaba que en las iglesias se predica en castellano, idioma ideal para la labor evangelizadora.

- En 1939, el comandante militar de Reus, Severino Valgañon Miguel, impuso una multa de 150 pesetas al rector de la parroquia de Sant Joan por enseñar la Doctrina en "dialecto" catalán.

- El catedrático de la Universidad de Madrid, Ángel González Palencia declaraba: Ha de mantenerse la unidad lingüística como instrumento de poder, seguros, como Nebrija decía con razón, que la lengua es compañera del Imperio.

- El general Álvarez-Arenas exigió a los obispos catalanes el uso exclusivo del castellano declarando que "estaba dispuesto a velar hasta el límite que permitan las disposiciones de mi cargo en defensa de la España Única, cuyo lenguaje oficial, también único para actos públicos de todo carácter, es el idioma Nacional, el castellano".

- El 27 de marzo de 1939, el Noticiero Universal publicaba: El actual Ayuntamiento de Barcelona, respondiendo al lema de la "España Una", ha acabado con los problemas que creaba la dualidad de lenguas. En la Casa hoy no se habla ni se emplea más que el idioma español por antonomasia (...) la nueva España que se forja, la España Grande, precisamente por serlo, no podía continuar convertida oficialmente en sucursal de la Torre de Babel. 

- Según orden del Ministerio Nacional de Cultura del 28 de enero de 1939, "Se suprime la enseñanza de filología catalana, la historia medieval de Cataluña, la historia moderna de Cataluña, la geografía de Cataluña, el derecho civil catalán, la historia de les ideas religiosas en Cataluña, la historia del arte medieval catalán, la escultura gótica en Cataluña, etc. ".

- Luís de Galinsoga, director de infausto recuerdo del diario La Vanguardia, manifestaba que no se podía hablar en catalán porqué nos ha costado demasiada sangre, demasiada ruina y demasiadas torturas el rescate de nuestra personalidad una e invicta. Y añadía que si los catalanes querían merecer el perdón del ejército español debían pensar como Franco, sentir como Franco y hablar como Franco, que hablando, naturalmente, en el idioma nacional ha impuesto la Victoria.

- El poeta José Maria Pemán, partidario del bando franquista, recordaba en un artículo de ABC en 1970 que al día siguiente de la “liberación” de Catalunya, en Barcelona aparecieron calles y esquinas empapeladas de tiras o rótulos inoficiales con este texto: “No hables catalán, habla la lengua del Imperio”.

- El día 28 de julio de 1940, el governador civil de Barcelona Wenceslao González Oliveros dictó la siguiente orden: a partir del 1º de agosto próximo, todos los funcionarios interinos de las Corporaciones provinciales y municipales de esta provincia, cualesquiera que sea su categoría, que en acto de servicio, dentro o fuera de los edificios oficiales, se expresen en otro idioma que no sea el oficial del Estado, quedarán “ipso facto” destituidos, sin ulterior recurso.

- El 10 de marzo de 1941, el alcalde de Sabadell José María Marcet denunció e impuso una multa al ciudadano Josep Barceló por haber emitido unas participaciones de boda escritas en catalán.

- En 1945, el rector de la parroquia de Sant Joan de les Abadesses pronunció un sermón en catalán y, por ello recibió una amonestación de la autoridad competente por  no servir a España. Añadía que el uso del catalán perjudica un mañana mejor y más justo de establecer paz secular entre los pueblos de España,  y finalizaba aconsejándole que  ayude usted como español –que es una de las pocas cosas serias que se puede ser en el mundo- a esta tarea tan difícil y delicada.

- En 1948, cuando Josep Trueta le comentó a Salvador de Madariaga, ambos exiliados en Londres huyendo del franquismo, que entre la juventud catalana no habían desaparecido ni la catalanidad ni el uso de la lengua, Madariaga repuso ¿De modo que Franco ni “esto” nos habrá resuelto?

- En 1965, cuando Oleguer Soldevila, accionista del diario El Correo Catalán, visitó a su amigo, el ministro de gobernación, Camilo Alonso Vega, para convencerle que autorizara la edición de un diario en lengua catalana, éste le interrumpió diciéndole: "¿No crees que pierdes el tiempo con el catalán? Mejor sería que cada mañana, al afeitarte, hicieras el propósito de no decir ni una palabra en catalán durante el día. Te acostumbrarías y ya no existiría el problema".

- El intelectual Laín Entralgo manifestó en 1973: Cuando un castellanoparlante oye conversar en catalán a su lado, su reacción inmediata es de sorda o expresa irritación.

- En 1968, cuando Joan Manuel Serrat manifestó su voluntad de cantar la canción La, La, La en catalán en Eurovisión, fue fulminantemente vetado por las autoridades y substituido por Masiel.


Escritores como Jacint Verdaguer, arquitectos como Antoni Gaudí, músicos como Pau Casals, pintores como Joan Miró o Antoni Tàpies o tenores como Josep Carreras son conocidos ejemplos del sentimiento nacional catalán. Recordemos como Pau Casals, exiliado por el régimen franquista, inició su famoso discurso en la ONU  con las palabras “I’m a catalan, Catalonia is the greatest nation...”

O como Gaudí que, con 72 años, fue encarcelado un 11 de septiembre por el terrible delito de hablarle en catalán a un policía en Barcelona. Una vez en comisaría, el jefe policial le dijo “¿Qué pasa? ¿No sabe hablar español?” y el genial arquitecto contestó “Sí que en sé, però no em dóna la gana de parlar-lo”, a lo que el jefe policial repuso “¡Malditos catalanes! ¡Qué tozudos con este dialecto de perros!”.



Tantos siglos de agresión y represión tienen que pasar factura. Si durante 40 años la lengua sobrevivió escondida en las casas y, al mismo tiempo, se produjo una inmigración masiva de personas castellanoparlantes, es lógico que actualmente el catalán esté muy debilitado y necesite una discriminación positiva por parte de la administración catalana. Estas políticas no se llevan a cabo en perjuicio del castellano, que goza de muy buena salud, sino que pretenden recuperar a un paciente moribundo por las múltiples palizas recibidas, intentan normalizar el uso, difusión y comprensión de la lengua propia de Catalunya. Contrariamente a lo que quieren hacer creer algunos políticos e intelectuales españoles, el gobierno catalán no ha dictado ninguna ley ni norma contra la lengua castellana. Sí en cambio las ha dictado en favor y protección del catalán. Por varias razones: 

a) Por qué es nuestra lengua, la lengua de Catalunya. ¿Qué nación no dicta leyes para proteger y promover su propia lengua? 

b) Por qué es la lengua más débil de las que conviven en Catalunya. El castellano tiene a muchos Estados que lo apoyan y lo protegen. El catalán solo tiene al gobierno de la Generalitat y al estado Andorrano. 

c) El catalán es un patrimonio cultural que deben poseer todos los ciudadanos de Catalunya. No hay ningún catalán que no sepa hablar castellano. Lo mismo debería suceder con la lengua catalana que debería ser conocida y dominada por todos los ciudadanos de Catalunya, independientemente de su procedencia.

Para ser catalán no importa el lugar de nacimiento, la religión o el color de la piel, el único requisito exigido es tener la voluntad de serlo. Y esa voluntad lleva implícito el respeto a su lengua, su historia y su cultura